Convergencias y Puntos de Demarcación
El trabajo de Jordan Peterson se sitúa en una intersección fascinante del pensamiento contemporáneo: un punto donde la psicología profunda, la mitología comparada y un agudo existencialismo convergen. Para un lector formado en la tradición cristiana, abordar su obra constituye un ejercicio intelectual de primer orden. No se trata de una simple aceptación o rechazo, sino de un discernimiento cuidadoso sobre los planos en los que opera su análisis.
Considero que su principal aporte es ofrecer una robusta fenomenología de la creencia. Es decir, Peterson no se pregunta tanto por la verdad ontológica de las afirmaciones religiosas, sino por la estructura funcional y la necesidad psicológica de los sistemas de sentido que estas proveen. Su obra es un mapa de la experiencia subjetiva del significado. El propósito de este análisis es delinear dónde este mapa fenomenológico resuena con la ontología cristiana y dónde, por la naturaleza de sus propias premisas, sigue un rumbo distinto.
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Puentes Conceptuales: La Resonancia Fenomenológica
En varios aspectos, el marco de Peterson ofrece un lenguaje contemporáneo para realidades que la tradición cristiana ha sostenido por milenios.
La Reivindicación de la Estructura Mítica: En una era post-ilustrada que tiende a desestimar el mito como un artefacto pre-científico, Peterson restaura su valor epistémico. Argumenta que las narrativas sagradas no son teorías fallidas sobre el cosmos, sino tecnologías de la sabiduría. Ofrecen un "saber cómo actuar" en el mundo, un conocimiento práctico para navegar la complejidad de la existencia que precede y complementa al "saber qué" de la ciencia. Esto se alinea con la larga tradición hermenéutica de la Iglesia, que reconoce en la Escritura múltiples capas de significado (literal, alegórico, moral) más allá del mero historicismo.
La Ética de la Responsabilidad y la "Sombra": El llamado insistente de Peterson a la asunción de la responsabilidad individual ("toma tu cruz") y a la confrontación voluntaria con la propia "sombra" puede ser leído como una traducción psicológica de conceptos teológicos fundamentales. Su análisis de la sombra resuena con la doctrina de la concupiscencia: esa inclinación al desorden interior que permanece tras el pecado original. Su propuesta es una forma de askesis secular, un ejercicio de autoconocimiento y disciplina moral indispensable para una vida virtuosa.
El Logos como Principio Ordenador: La conceptualización del Logos como la conciencia que media entre el Caos (lo desconocido, el potencial) y el Orden (lo estructurado, lo estable) es potente. Describe con precisión la capacidad humana de generar sentido y habitar el mundo a través del lenguaje veraz y la acción valiente. Esta idea encuentra un eco en la literatura sapiencial, particularmente en el libro de los Proverbios, donde la Sabiduría (Hokmah) es presentada como un principio co-eterno a Dios que participa en la articulación y el ordenamiento de la creación.
Puntos de Demarcación: Del Arquetipo a la Revelación
Es precisamente en sus conceptos más potentes donde se observan los desplazamientos más significativos respecto a la ontología cristiana. La divergencia no es una confrontación, sino un cambio de plano operativo.
El Desplazamiento del Logos: De Función Psicológica a Persona Divina: Este es el punto de demarcación fundamental. El Logos petersoniano, de raigambre junguiana y heraclítea, es una función del ser, una capacidad arquetípica para la creación de sentido. Es el pináculo del potencial humano. En la teología cristiana, el Logos no es una función, sino una hipóstasis: la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, una Persona divina, co-eterna al Padre. El Logos cristiano no es descubierto a través de la introspección heroica, sino que se revela y se dona a la humanidad por una iniciativa de amor gratuito. El primero es un ideal a emular; el segundo es una Persona con la cual entrar en comunión.
La Inmanentización de lo Trascendente: El andamiaje junguiano de Peterson sitúa los arquetipos —incluido el arquetipo de Dios o del Sí-mismo— dentro de la estructura del inconsciente colectivo. Esto implica un proceso de inmanentización: lo divino es interpretado como una estructura constitutiva de la psique humana. La ontología cristiana, si bien afirma la inmanencia de Dios (Él está presente y activo en su Creación), insiste primordialmente en su radical trascendencia. Dios no es un componente de la psique, sino su Creador, absolutamente Otro y distinto del mundo. El riesgo de un marco puramente psicológico es colapsar esta distinción, haciendo del encuentro con "Dios" un profundo viaje interior, pero sin la apertura a un encuentro con un Tú personal y externo.
La Ausencia de la Economía Sacramental: El sistema de Peterson es, en esencia, una ética de la praxis individual. La transformación ocurre a través de la voluntad, la conciencia y la acción del individuo heroico. El cristianismo, en cambio, se fundamenta en una economía sacramental. La transformación fundamental del ser humano (la justificación y la santificación) no es producto del esfuerzo, sino un don infundido por la gracia de Dios, que opera a través de los sacramentos. El marco de Peterson describe lo que el hombre puede hacer por sí mismo; el marco teológico describe lo que Dios hace por el hombre, sanando y elevando su naturaleza más allá de sus propias capacidades.
Conclusión: El Mapa Psicológico y el Territorio Metafísico
La obra de Jordan Peterson nos ofrece un mapa de una sofisticación innegable. Es un mapa de la experiencia subjetiva del sentido, de la arquitectura de nuestras creencias y de la gramática de nuestras narrativas más profundas. Como tal, es una herramienta invaluable y un poderoso prolegómeno para cualquiera que se interrogue sobre las grandes preguntas de la existencia.
Sin embargo, el discernimiento intelectual y espiritual exige no confundir el mapa con el Territorio. Un mapa describe la topografía de la búsqueda humana de lo divino; no es lo Divino en sí mismo.
Su psicología puede limpiar el terreno de un nihilismo superficial y preparar la mente para la seriedad de la pregunta por Dios. Pero la fe cristiana comienza donde la psicología termina: con el salto de la auto-realización a la auto-entrega, del arquetipo a la Persona, del esfuerzo heroico a la recepción humilde de la gracia. Utilizo su mapa con gratitud para entender mejor el paisaje de mi propia alma, pero mi brújula apunta firmemente hacia el Territorio revelado en la fe.
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